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El pizarrón encantado



TexTo: Emilio Carballido

Adrián estaba de vacaciones y jugaba a la pelota con sus amigos en el callejón. A veces metían gol, a veces rompían una ventana, como ahora que se asomó a gritarles un profesor barbudo. Adrián llegó a su casa muy aprisa, sin aire, porque subió cuatro pisos corriendo.

—Ya llegué —gritó, como siempre. Nadie le contestó. Su mamá no vino de la cocina y de las otras piezas tampoco vino nadie. Adrián prendió la luz, pues empezaba a oscurecer. En la mesa del comedor encontró un papel que decía: Adrián: Tu papá está enfermo y tengo que irme con él enseguida. Por más que te busqué, quién sabe dónde andabas. Hijito, pórtate bien. Te dejo cinco pesos para que te vayas a casa de tu tío Austero. Le das la carta que aquí verás. Hijo, pórtate deveras bien, lávate los dientes y acuérdate de decir buenos días. Muchos besos de tu mamá.


Adrián se quedó leyendo la carta varias veces. Apagó las luces, tomó una maletita que le había preparado su mamá y cerró el departamento con llave. La casa de los tíos era muy grande, con un zaguán muy alto y un portón medio desvencijado. Adrián no alcanzaba el timbre, tocó el aldabón y lo oyó retumbar. El aldabón era una cabeza de perro que se le quedó viendo de mal modo, como diciendo: toca más quedito.


La casa estaba llena de roperos con espejos; tenía más escaleras de lo que parecía necesario y un sótano enorme. También muchos rincones, tinas de baño con patas de animal, selva de plantas en los corredores y un loro malhumorado, el cual gustaba de recitar poesía, pero no lo hacía muy bien y se le revolvían los poemas. Vivían allí, además, tres gatos amistosos: Pitirifas, Fadrique y Numa. Aceptaban a veces jugar con Adrián y dormían con él por turnos, pues en la noche tenían muchas obligaciones. Y sucedió así, y aquí viene ya lo más importante y digno de contar: que los gatos jugaban al escondite con Adrián. Y bajaron corriendo al sótano, y se escondieron dentro…


¡De pronto Adrián se fue de boca!... El sótano estaba lleno de cosas curiosísimas: retratos y cuadros, un espejo muy empañado, un ángel manco y sin nariz, varios baúles, sillas cojas, un ropero chueco donde había bastantes frascos raros y retorcidos, con líquidos de colores, y un cucurucho de seda negra, muy viejo, con bordados en oro, de estrellas y lunas; y un pizarrón muy terso, con marco azul, que mientras lo miraba fue poniéndose rojo y luego cambió a morado y a verde. Esto era muy bonito y asombroso. Adrián tomó una tiza y pensó escribir algo. ¡Ah!, ya sé qué…


Actividad sugerida:

Responde las siguientes preguntas despues de realizar la lectura

¿Donde estaba Adrian antes que su mamá saliera de casa?

¿Como se llamaban los gatos de la casa de los tios?

¿Donde estaba guardado el pizarrón encantado?


Visita la sección de cuenta tu experiencia y cuentanos ¿que harias con un pizarrón mágico?

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Eduardo Portillo
 

Docente especialista
Área de Dificultades del aprendizaje.
Universidad Nacional Abierta

 

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